Estamos de fiesta.
Por eso los globos y serpentinas, los botes de aluminio a modo de maracas, las botas de avestruz recién boleadas (con jabón de calabaza, lógicamente), por eso hoy no estamos pidiendo cooperación, es más, permítanos pagar su boleto, permítame, señor conductor, regalarle una coca y unos duritos con chile.
Señores pasajeros, no se distraigan, la función empezó hace 20 años, y promete continuar.
Insistimos: estamos de fiesta.
Llamarse Eduardo y que te digan Lalo, no tiene nada de particular. Pero Apellidarse Quimixto Chacala, entonces sí aguas, la cosa cambia y atrás de la raya que estoy trabajando.
No sé puede salir a las calles de Vallarta sin toparse con Lalo en persona o cualquiera de sus muchas personas. Porque a Lalo todos lo conocen, y los que no, se hacen. Con 20 años de siembra es imposible no cosechar. A Lalo lo saluda el opisí, la señora que vende bonais afuera de Woolhort, los que dirigen estaciones de radio y suplementos para adulto joven contemporáneo, los emos del Parque Hidalgo, la gente a pie, de a carro y de a caballo. En Guadalajara, quizá sin saberlo, una compañía gasera invade todos los días el espacio aéreo tapatío, con un jingle que a muchos nos suena quimixtiano. Zeta Zeta Zeta Gas (el gaaaaaaaaaaaaaaaaasss).
Como ya se dijo arriba, perdonen que insista, pero es que estamos muy contentos, y cómo no estarlo. Que cada quién se dedique a lo suyo, que cada quien tome el camión que lo lleve (o lo aleje) a su destino. Que chingue a su madre la gramática, que se mueran los feos, recórranse por favor, atrás hay lugar, que los que quieran oír oigan, porque, damas y caballeros, llega, hasta la comodidad de su asiento, una vez más, el señor poeta, Lalo Quimixto Chacala (- aquí van los aplausos-)
Puerto Vallarta Jalisco, junio de 2008